Cómo se eligen los nombres

La palabra “huracán” deriva del dios “Hurakan”, quien, según los mayas, creó la Tierra tras esparcir su aliento en las caóticas aguas del inicio del Universo. Asimismo, se le llama Ciclón si se forma en la Bahía de Bengala y en el océano Índico norte; Tifón, si se forma en el oeste del océano Índico (Japón, Corea, China...); Willy-Willy en Australia; o Baguío en Filipinas.

Desde 1953, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) denomina a los huracanes y otros fenómenos tormentosos destacables siguiendo una lista de veintiún nombres ordenados alfabéticamente, que utiliza según son detectados. Se trata de nombres sencillos en inglés, español o francés que empiezan por una letra del abecedario internacional, salvo algunas letras como Q, U, X, Y, Z. Puede ocurrir que en algunas regiones el nombre del fenómeno sea elegido por los servicios meteorológicos nacionales o regionales que hacen los pronósticos, aunque lo general es que la designación esté en manos de la OMM. Para los fenómenos meteorológicos de la Cuenca Atlántica existen seis listas de nombres diferentes y cada una de ellas se aplica durante un año, de forma que en el séptimo año se vuelve a la primera de ellas. Durante 2005, ante el elevado número de huracanes y tormentas tropicales registrados, los científicos se están quedado sin nombres para designarlos, por lo que probablemente tengan que recurrir por primera vez a los nombres de las letras griegas.

Los nombres se respetan siempre, a excepción de fenómenos meteorológicos especialmente devastadores, ya que en estos casos los países afectados pueden pedir que el nombre sea retirado de la lista y sustituido por otro que comience con la misma letra. Con esta medida se pretende evitar confusiones históricas o legales, como reclamaciones, seguros o ayudas públicas. Así, se han retirado nombres como Hugo, Andrew, Roxanne, Mitch, Allison, Audrey o Luis, por lo que ninguno de esos nombres podrá volver a ser utilizado hasta que pasen, al menos, 10 años.

Los meteorólogos aseguran que bautizar estos fenómenos naturales ayuda a estudiarlos e identificarlos, y permite que la población tome conciencia más rápidamente de avisos y alertas sobre ellos. Antes de que se utilizaran los nombres propios, en las Antillas era tradicional utilizar el santo del día en que afectaba el huracán. Según la OMM, el meteorólogo australiano Clement Wragge fue el primero en utilizar nombres propios, normalmente políticos que le desagradaban, a principios del siglo pasado. Sobre la utilización de nombres femeninos existen diversas teorías. Algunas afirman que fue a partir de la II Guerra Mundial cuando los estadounidenses empezaron a bautizarlos con los nombres de sus amadas, mientras que otras teorías apuntan a que el tópico sobre el carácter imprevisible y la fuerza de las féminas sirvió de inspiración.


Los nombres masculinos no fueron introducidos hasta 1978 por la OMM y el Servicio de Meteorología de Estados Unidos, que elaboraron unas listas utilizadas en la mayoría de zonas ciclónicas, salvo en el Pacífico Noroccidental, donde se designan con nombres de flores, pájaros y comidas. La existencia de estas tablas no significa que los científicos conozcan cuándo van a producirse estos fenómenos o la duración de los mismos, aunque sí existe cierta previsión, ya que se conocen las condiciones propicias para la formación de los huracanes.

Fuente: www.consumer.es